La vuelta a casa siempre es larga cuando se pierde. Da igual que vivas al lado del campo o que te encuentres en la otra punta de España: cuando se pierde, no queda otra que mirar hacia abajo y pensar en el próximo partido. Ayer no volvía solo: conmigo estaban varios amigos. Pedro Bonofiglio, Carlos y Nico me acompañaban en el regreso mientras repasábamos la estadística.
Muchas cosas se nos pasan por la cabeza tras sumar la decimonovena derrota: que si Rudy es un crack pero llora como un crío, que si con Russell tiramos la ventaja, que si la abuela fuma. Justificaciones que uno se da cuando pierde. Poco me duró la charla con ellos: me tocaba bajarme para cambiar de línea y poner rumbo hacia la que ha sido, una vez mas, mi casa.
Llega mi tren y me siento. Ya sin compañeros, vuelvo a mirarme los pies buscando explicaciones. Allí estaban, en el suelo...las explicaciones, no los pies. Era uno de esos pasquines de los Testigos de Jehová, uno de tantos que nunca lees y siempre tiras. No lo cogí ni mucho menos: no voy a ponerme a abrazar a estas alturas de mi vida otra fe que no sea la demente y musulmana.
Sin embargo, el titulo me llamó la atención. Nunca sabré su contenido, dado que lo dejé allí tirado, pero se titulaba “Pronto acabará el sufrimiento”. ¿Profético? Ya lo veremos...
PD2: Ha ganado el Polaris al León (¿bien? no se yo...) y el Pucela sigue palmando...
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